A fines de los sesenta surgió en Alemania un grupo de marginales que realizaban sonidos con elementos electrónicos y con el tiempo surgirían grupos como los míticos Tangerine Dream, Popol Vuh, Kraftwerk, entre otros, y se desarrollaría una empresa entorno a la música electrónica que hoy en día reporta utilidades de miles de millones de euros al estado alemán. De reuniones de jóvenes medio inadaptados pero con inquietudes surgiría primero Microsoft y luego Linux (Gates, Stallman y Torvalds, todos presentan la misma característica) y entre las dos casi monopolizan el mercado de los programas computacionales. De un hombre que se negaba a aceptar la situación de exclusión de su propia comunidad y luego se reveló contra las injusticias que su propia gente cometía contra la población de color, surge el legendario hombre de negocios que fue el sudafricano Antón Rupert. Todos estos son algunos ejemplos del éxito de lo que alguna vez se consideró marginal. ¿Qué es lo que ha permitido éste éxito?
La economista Deirdre McCloskey, en su más reciente obra (Las Virtudes de la Burguesía) argumenta que lo que ha permitido la generación y consolidación de sociedades avanzadas, altamente dinámicas, es que vivimos en una era del comercio desde los tiempos bíblicos pasando por la Grecia clásica, el Imperio Romano hasta nuestros días y que esto ha sido posible gracias a la permanencia y generación en estas sociedades de una serie de virtudes, no sólo la fortaleza o templanza que han facilitado el emprender grandes empresas con sentido de ahorro y austeridad, sino que además y de modo muy importante, la solidaridad, honestidad y el sentido del deber; además, con sus matices por cierto según las épocas, de un alto sentido de respeto a la libertad. Sin estas condiciones, nunca hubiésemos arribado a las sociedades desarrolladas contemporáneas que hoy conocemos. Son las virtudes de la burguesía. Es en este proceso creciente donde lo marginal se ha podido manifestar como expresión de creatividad. Es el dinamismo que ha producido el capitalismo (y donde la iniciativa juega un papel primordial) lo que ha permitido que lo marginal deje de serlo. Es más, eso genera el cambio y el progreso. Las bases del capitalismo no son el consumo sino el comercio, el cual descansa en el valor de la confianza y la iniciativa, sin las cuales no se puede realizar ni mantener, y hay que agregar, la Libertad (con mayúscula), no sólo económica (no existe libertad por partes) sino que en todo los ámbitos. Todas las sociedades comerciales han sido, respecto a su tiempo, líderes en libertades individuales (también lo fue la China de la era Ming, no es primera vez que el gigante asiático aparece, es la no consolidación de ese proceso lo que luego la lleva a retroceder).
La burguesía de las economías más ricas del mundo han cultivado, a lo largo del tiempo, virtudes que han permitido generar la confianza necesaria al momento de comerciar. Estas cualidades no han sido, al menos en esas sociedades, lo propio de la elite sino lo que ha distinguido a las clases medias. Las han educado y las han cultivado.
Cuando vemos en Chile que se discute en torno al modelo, cuando reaparecen nostálgicos del pasado como Altamirano, no cabe duda que los ejemplos de McCloskey y la dinámica de progreso de la cultura burguesa deben ser tomados en cuenta. El capitalismo es la única forma que se conoce hasta el día de hoy que lleve al desarrollo, inclusive con la capacidad de generar una intelligentsia con capacidad ociosa que lo critique y que de eso viva o de hombres ricos y exitosos como Roger Waters para que junto con cantar y cobrar, lo puedan denostar. Éste sistema requiere para consolidarse de un espíritu de emprendimiento que no es otra cosa que población con virtudes humanas interiorizadas, las cuales tienden a consolidarse en su desarrollo. La Inglaterra de la Revolución Industrial, las republicas de los Países Bajos del siglo XVII, la Prusia del siglo XVIII, las colonias norteamericanas, Japón, Corea, Eslovenia, así como los empresarios como Rupert y artistas-empresarios como Rubens o Mick Jagger, son todos ejemplos de lo mismo. Chile requiere del fortalecimiento de estas virtudes sociales y es por eso que cuando hablamos de mejorar nuestra educación y mantener un crecimiento sostenido, la educación y fomento de virtudes debería ser considerada.
De no mediar un cambio que apunte a pasar de una situación de simple estabilidad Macroeconómica a una de real consolidación en lo económico, político y social de lo que se entiende por ‘ser desarrollados’ seguiremos siendo sólo un ejemplo “destacado” en una de las zonas más desprestigiadas en el mundo. Chile debe orientarse en lo social hacia políticas de creciente respeto a la libertad basada en un sentido de la responsabilidad y espíritu de superación: nuestro sistema electoral (quasi propio de una Nomenclatura), la excesiva protección corporativa, la falta de pluralidad social, la emergencia de valores sociales contrarios a un sentido de responsabilidad y honestidad (basta ver el espectáculo de muchos políticos y a veces de nuestros hombres de negocios para constatarlo), la aceptación social de las chambonadas, atentan para que Chile sea una sociedad realmente capitalista cuyo fundamento es cultural y no simplemente de políticas Macroeconómicas. Es así como lo marginal deja de serlo.
Gonzalo Bustamante Kuschel es Profesor de Filosofía en la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez (Chile).